Por ahora, no existe una cura para la ELA. Sí existen fármacos para combatir los síntomas que acompañan a la enfermedad (los calambres, las alteraciones del sueño, los problemas de salivación...) y terapias que ayudan a mantener la independencia funcional el mayor tiempo posible a través del ejercicio y la utilización de los equipos técnicos oportunos.
La calidad de vida y la supervivencia de los pacientes depende mucho de que en el tratamiento de la enfermedad participen todos los especialistas necesarios (y son muchos: neurólogos, neumólogos, rehabilitadores, fisioterapeutas, otorrinos...) y que lo hagan de forma coordinada. Los cuidados que requiere un paciente de ELA son complejos, y nuestro sistema socio-sanitario no está preparado para responder a esa complejidad.
Mientras estos problemas se solucionan (gracias, entre otros, al empuje de iniciativas privadas como la Fundación Luzón), las asociaciones de pacientes (vivELA, ELA Andalucía y tantas otras) intentan atender las necesidades de los pacientes y sus familias para mejorar su calidad de vida.
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